martes, 17 de septiembre de 2013

UN BANQUETE PARA DISFRUTAR


Astucia, inteligencia, una linda sonrisa, un buen cuerpo o vestir bien, son requisitos que necesitas para ser aceptado en la sociedad actual. 

Pero hay un lugar donde no necesitas nada de eso. Ese lugar es el corazón de Dios. Al padre celestial no le interesa tu apariencia, tu inteligencia, tus influencias o tu dinero. El te quiere a ti completito, aunque te sientas sin valor y hasta miserable. Él así te ama.

La historia de mi vida, es la historia de Mefiboset quien fue el hijo de Jonatán, un príncipe destinado a ser rey, quien en el camino sufrió un accidente que lo dejó inválido. Mefiboset fue llevado a un lugar para enfermos, paralíticos para los olvidados, los que no califican. Y allí permaneció durante años. 

De hecho el nombre “Mefiboset” significa hijo de vergüenza. En el libro de Samuel leemos que el rey David recuerda su pacto de amistad con Jonatán y ordena que traigan a Mefiboset a su mesa, lo invita a comer  y le devuelve las tierras que le pertenecían pues eran de sus padres. 

Si eres un “Mefiboset”, -a quién todo han quitado o ha perdido- te invito a que tengas un encuentro con el Rey: Él te está invitando a comer a su mesa. Ese Rey es el Padre Celestial y te está esperando con un banquete de amor y bendición.