Porque donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.
Santiago 3:16
La
carcoma es un grupo de gusanos que perforan la madera hasta destruirla.
Comparable a la carcoma es la envidia para el alma humana.
En
la escuela, en el trabajo, en la familia, en la iglesia hay envidia, y no hay que asustarse.
Nadie
envidia a un miserable. Se envidian los logros, el reconocimiento, tu casa, tu
dinero, tu familia, tu pareja o tus amigos.
La
envidia solo revela incapacidad, inseguridad y falta de madurez en la persona, que además
está todo el tiempo comparándose con otros.
La
mayoría de las personas hemos sentido envidia alguna vez, pero ¿cómo luchar
con ella?
La
única forma efectiva, por supuesto, es la que viene de Dios.
Él
nos dice: "…sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón."Aquí Dios nos alerta
a revisar nuestro corazón, a ser conscientes de lo que hay en él y sacar lo que
envenena el alma.
El
envidioso sufre y, en muchas casos hace sufrir al envidiado. La envidia es una opresión
que viene del infierno, para destruir separar y matar. La fórmula para ser
libre de la envidia es: renunciar a ella, buscar liberación y someter nuestras
emociones carnales a Jesucristo.
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