Sin lucha
no hay victoria, sin heridas no hay restauración. Muchos y muchas tratan de
vivir una vida estable y sin riesgos para evitar ser heridos.
Pero si
tenemos algo seguro en la vida, es que siempre seremos heridos u ofendidos. Y no
será el tiempo quien sane esas heridas es Jesús el único que puede sanarlas.
Hay muchos corazones dolidos, muchas vidas, familias destrozadas, por causa de heridas que aún duelen y sangran.
Si en tu corazón hay dolor por una traición, humillación, rechazo o abandono, no importa que tan grave o justificable sea la causa. Debes renunciar a tu herida.
Te invito a que hoy decidas buscar a Jesús, y pídele que restaure tu corazón. El cambiará tu dolor por Su amor, tus lágrimas por Su consuelo. Te sostendrá en Sus brazos.