En un
barrio pequeño, sin nada especial, se encuentra una humilde casa, pintada en beige
y amarillo: es el número 216 de Bonnie Brae en Los Ángeles. Es la casa que 100
años después del avivamiento de Azusa sigue emanando la gloria de Dios.
Mientras
me sostenía de la puerta de reja metálica, para poder ver en su interior, y sin
siquiera poner un pie adentro, cayó sobre mí la presencia de Dios de manera muy
fuerte. Y yo que no tenía ni la menor idea en ese momento, de que esto ocurría
en este lugar, empecé a llorar, a perder el sentido del tiempo, a quedarme sin
fuerzas, incapaz de soportar el peso de la gloria de Dios.
Así fue
mi experiencia en la casa donde William Seymour y un grupo de personas se
reunieron el 9 de abril de 1906 para recibir el bautismo del Espíritu Santo y de
esta forma empezar el avivamiento más importante de nuestros días, conocido
como el Avivamiento de la calle Azusa.
Puedes
encontrar mucha información en internet sobre el movimiento de la Calle Azusa,
sobre las manifestaciones que ocurrían, las miles de personas que los
visitaban, de cómo se derrumbo el porche de la casa debido a la cantidad de
personas, lo que les obligó a trasladarse a la Calle Azusa, en el barrio Little Tokyo de
Los Ángeles, y de cómo los vecinos llamaban a los bomberos al ver las llamas de
fuego salir de la casa.
Pero en este
blog yo quiero destacar al grupo de afroamericanos que decidieron creerle a
Dios por un avivamiento, a pesar de que en ese momento se vivía lo más crudo del
racismo en Estados Unidos.
Ellos buscaron
el rostro de Dios y decidieron creerle al Invisible para recibir el Bautismo
del Espíritu Santo, algo que en aquellos días era totalmente rechazado.
Además
quiero resaltar que a diferencia de los estereotipos de hoy en día, Seymour era
un pastor manso que hablaba con sencillez, lleno del amor de Dios, conocido en
la iglesia más como maestro que como un carismático predicador. Fue este hombre,
calmado, sin mucha educación y sin dones de orador, el instrumento que Dios
utilizó para marcar el mundo entero con su Poder y derramar un
verdadero Pentecostés en el siglo XX. El grupo que se reunió en la casa 216
Bonnie Brae nunca pudo imaginar el avivamiento que originarían en esta humilde
casa.
A la
entrada de la casa se puede leer un letrero grabado en madera que dice: “El
consolador ha llegado”, y a este mensaje que tocó mi espíritu y cortó mi
respiración, digo: -aquí
estoy dispuesta a todo contigo.