Así que cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. (Mateo 18:4)
En los
últimos dos años de mi vida he experimentado un tremendo mover sobrenatural de
Dios en mi vida,
y muchas
veces me pregunto ¿cómo llegó ésta avalancha espiritual? Y la respuesta fue: por
hambre, hambre de Dios.
Gracias a
esa “desnutrición”, recibí tremendas revelaciones que me cambiaron mi vida para
siempre. La Biblia enseña que debemos tener un corazón enseñable, como el de un
niño,
Un niño
es materia disponible para aprender, es inexperto y humilde.
Hay
muchos sitios e iglesias donde se enseña mucho, pero los creyentes con hambre y
sed de Dios están cansados de tanta información, palabrería y teología vacía,
que lo que realmente buscan y necesitan es revelación, que es la que trae
cambios verdaderos.
Pero es
triste ver que hay muchos creyentes que se sienten la “mamá de Tarzán” (o sea
que saben todo) en cuánto a las
escrituras, pues se afianzan y escudan en que recitan versículos completos o
capítulos enteros sobre temas de teología. Y es desde esa posición razonada y de
ejercicio de memoria, cuando más lejos están de tener una revelación. La
respuesta para que Dios llegue y provoque un tsumani en tu vida es: tocar
y tocar, buscar y seguir buscando desesperadamente Su revelación.
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